Steve Jobs, durante la presentación del MacBook Air en 2008. | AP
- Fundó Apple en 1976, con sólo 21 años, junto a Steve Wozniak y Ronald Wayne
- Fue despedido en 1984 y volvió en 1996 para lanzar iPod, iPhone y iPad
- Hizo del eslogan 'Piensa diferente' una máxima real en Apple y en su vida
Fundó Apple, lanzó el primer sistema operativo con interfaz gráfica,
reinventó la animación a través de Pixar, cambio la industria de la
música con el iPod, hizo que funcionasen los teléfonos táctiles con el iPhone y antes de fallecer hizo realidad el sueño de crear un ordenador con forma de tableta, el iPad. Steven Paul 'Steve' Jobs ha fallecido en California a los 56 años con un legado tan amplio en su faceta profesional como escaso en su vida pública y personal.
A falta de que la biografía 'oficial' se ponga a la venta en
noviembre, es el propio Jobs quien mejor describió un capítulo clave de
su vida en un emocionante discurso durante la apertura del curso escolar del año 2005 en la Universidad de Stanford: su adopción.
La madre biológica de Jobs decidió que daría a su hijo en adopción.
Pero sólo a unos padres que tuviesen estudios universitarios. Sin
embargo, la familia a que estaba destinado el bebé decidió, en el último
momento, que quería una niña. Así que el pequeño Steven fue a recalar
en otra donde su madre no tenía titulación y su padre ni siquiera el
bachillerato. Pero aseguraron que su hijo iría a la Universidad, lo que
convenció a su madre biológica. "17 años después llegué a la
Universidad", recuerda Jobs, "pero seis meses después no le veía
propósito alguno, no sabía qué hacer con mi vida, de modo que decidí
dejarlo y confiar en que las cosas saldrían bien".
Decisión que fue, en sus propias palabras, "una de las mejores que
nunca he tomado". Los trabajadores de Apple no califican a Jobs como
impulsivo, pero lo que se cuenta sobre él muestra a alguien
exigente, algo caprichoso, adicto al trabajo, controlador, amante del
buen diseño, obsesionado con los pequeños detalles y sobre todo
entusiasta y perfeccionista: "Creo que si haces algo y resulta
que es muy bueno, lo siguiente que debes hacer es crear algo
maravilloso, no recrearte demasiado en el pasado", declaró en 1996 a la
NBC.
Hay quien dice que Jobs es el Leonardo da Vinci de nuestra época y es
probable que la comparación sea, por ahora, una exageración. No lo es
ponerle al nivel de emprendedores visionarios como Henry Ford o Thomas Edison que alumbraron industrias al calor de su genio. El fundador de Apple no sólo tenía la capacidad de acertar el momento justo para poner el futuro a la venta.
También convirtió a su compañía en la segunda con mayor capitalización
bursátil del mundo con más de 50.000 millones de dólares en caja.
Ilusión para cambiar el mundo
Desde que en 1976, junto a Steve Wozniak y Ronald Wayne, fundase Apple, Jobs se dedicó a crear, sobre todo, ilusiones.
Desde el primer Macintosh hasta el iPad van más de 25 años de novedades
e inventos que cambiaron la forma de entender el ocio a través de la ilusión de tocar el futuro. Lo hicieron ambos dispositivos pero también Toy Story, el iPod o la inclusión de todo el catálogo de los Beatles en iTunes.
El hombre que pondría rostro a la manzana más famosa y cara del mundo
nació en San Francisco pero tras su adopción por Paul y Clara Jobs
creció en Mountain View, junto a Silicon Valley. Desde joven se interesó
por la tecnología y no tardó en conocer a Steve Wozniak,
figura clave para la puesta en marcha de Apple. Jobs no estudió en una
gran universidad, sino que cursó un año en Redd, Portland -tras saltarse
un año de instituto por su alto cociente intelectual-, pero lo dejó y
sólo acudió a algunas clases sueltas. A cambio, en 1976, junto a
Wozniak y tras regresar de un viaje a La India, puso en marcha desde un
garaje una empresa que años después marcaría un buen número de hitos en
la historia de la informática.
Es la época en la que aparece en las fotos con barba y pelo largo.
Un tiempo que Jobs no solía recordar en vida porque, según todos los
libros que recogen dichos acontecimientos, el verdadero genio detrás de
las innovaciones de Apple era su colega Wozniak -de quien se aprovechó
cuando eran jóvenes al vender a Atari un desarrollo 'robado' a su
colega- que, a cambio, carecía de carisma y sentido empresarial. Fueron un equipo que lideró las tres primeras versiones del ordenador del mismo nombre de la empresa y después el Macintosh -junto al mítico anuncio 1984-,
el primer ordenador con interfaz gráfica y escritorio al que pronto
llegó el ratón, una versión portátil y muchas otras mejoras. Cierto que
en los años siguientes fue Bill Gates quien, con Microsoft y junto a
IBM, conquistó el mercado con el PC, pero la pareja fundadora de Apple
son los verdaderos inventores de las 'ventanas'.
Pero para entonces Jobs había dejado su empresa. Ocurrió en 1984 y fue despedido por John Sculley,
ex CEO de Pepsi-Cola a quien el propio fundador de la compañía de la
manzana había reclutado un año antes para el mismo puesto con una cita
para la posteridad: "¿Quieres vender agua con azúcar el resto de tu vida o quieres venir a cambiar el mundo conmigo?". En aquella época los empleados de Apple consideraban que Jobs era demasiado temperamental y Sculley decidió retirarle de sus labores al frente de Macintosh.
La conquista del desierto
Los doce años que Jobs tardó en regresar a Apple estuvieron lejos de
ser una sequía, mucho menos un problema para alguien que no llegaba a
los 30 años y tenía dinero de sobra para gastar. Tampoco fueron los
mejores años de Apple, sino la época en que se convirtió en una compañía
de culto para diseñadores y artistas gráficos en favor de Microsoft y
su conquista de los escritorios con Windows 95 e Internet Explorer en
ordenadores IBM.
NeXT fue la segunda aventura empresarial de Jobs.
Una empresa que con el objetivo de hacer un producto excelente se ahogó
antes de llegar a las masas. Queda para la galería de las anécdotas que
Tim Berners-Lee diseñó Internet en uno de sus equipos. Aunque mantuvo
NeXT, el exitoso treintañero de San Francisco decidió, en 1986,
centrarse en un nuevo juguete: The Graphics Group, que después sería Pixar, una división de animación por ordenador que compró a Lucasfilm por 10 millones de dólares.
Aunque en un primer momento Jobs trató de hacer lo que mejor sabía,
vender ordenadores, se dio finalmente por vencido y cerró un contrato
con Disney para cofinanciar y distribuir una serie de películas. Como es
habitual en él, el fundador de Apple se rodeó de estrellas como Tom
Hanks o Tim Allen, puso al frente de la producción a John Lasseter y el resultado fue 'Toy Story'
-1995-. Un hito en la historia de la animación al que seguirían títulos
inolvidables como 'Mostruos S.A.' o 'Buscando a Nemo' y que llevaría a Jobs a formar parte del Consejo de Administración de Disney después de que ésta adquiriese Pixar.
Tres revoluciones en 15 años
Con nuevos éxitos en el bolsillo y con su primera compañía en una
situación delicada, Jobs movió sus fichas y regresó a Apple con la venta
de NeXT en 1996. Un año después ejercía como primer ejecutivo al módico precio de un dólar
y hizo lo prometido: dar por ganada la batalla del ordenador personal a
Microsoft y centrarse en "el próximo gran invento". Lo consiguió al
menos tres veces en los siguientes 15 años aunque lo nieguen sus
detractores y lo exageren sus partidarios.
La primera, en 2001, con el iPod, que suma más de 300 millones de unidades vendidas y al que se agregó en 2003 la tienda de música iTunes, que revolucionó los precios y el catálogo de música en Internet. La segunda, en 2007, con el iPhone: "De vez en cuando aparece un producto revolucionario que lo cambia todo", advirtió entonces, con razón, Jobs. La última en 2010, con el iPad, que copa el 75% del mercado de las tabletas.
Éxitos que además han impulsado un crecimiento del 23% en los
ordenadores con manzana durante el pasado año. Victorias que han hecho
de Apple una referencia mundial y un caso de estudio en las
universidades de todo el mundo.
Logros basados, sobre todo, en el lema de Apple: "Piensa diferente"
(Think Different). Una máxima inconformista que Jobs ha seguido también
en su vida personal y que le ha llevado a trabajar como máximo responsable de la empresa hasta agosto de 2011, dos meses antes de su fallecimiento. Ni siquiera un cáncer de páncreas diagnosticado en 2004 y un transplante de hígado
en diciembre de 2009 que le supusieron graves complicaciones alejaron
al carismático líder de su empresa más de unos meses en cada ocasión.
Steven Paul 'Steve' Jobs murió con las botas puestas. Fue fan de los
Beatles, protagonista de películas y documentales, uno de los hombres
más influyentes de su tiempo y incluso fue parodiado sin piedad por Matt Groening en los Simpsons. También ejerció como marido de Laurene Powell, con quien se casó por el rito budista y tuvo un hijo y dos hijas, y padre de Lisa Brennan-Jobs -aunque le costó reconocerla-, la mayor de sus cuatro vástagos.
Poco dado a aparecer en la prensa o a dar discursos, Jobs tampoco fue
gran amigo de largas reuniones o encuentros profesionales. Con Eric
Schmidt, cuando era CEO de Google, se reunió en una cafetería. Con Mark
Zuckerberg prefirió cenar en casa. Quizá sea porque aunque disfrutó del
dinero nunca fue una obsesión para él: "Ser el hombre más rico
del cementerio no es algo que me preocupe… irme a la cama cada noche
pensando que he hecho algo maravilloso, eso es lo que me importa", aseguró en 1993 al Wall Street Journal.
Ni siquiera en el encuentro que mantuvo con el presidente de EEUU
Barack Obama junto a un buen número de colegas se puso traje y corbata. Sus
vaqueros, camiseta y jersey oscuros, con sus gafas de patilla fina,
eran todos los adornos que este visionario ilusionista necesitaba para
convertir un teléfono en caja de magia repleta de sorprendentes trucos.
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